Rincón Poético

Llevando a mi memoria a los años de infancia donde la alegría por ir a mi colegio Nuestra Señora del Carmen, hacía que me levantara temprano, para llegar y poder disfrutar desde la oración hasta el último sonido de la campana que nos informaba que la jornada escolar había terminado, pero que empezaba otra donde también nos invadía la emoción porque podíamos ir a compartir y disfrutar del baloncesto, de la selección del colegio, poder ir a jugar, conocer gente, pasear, con la emoción que producía el hecho de convertir una cesta.
¡PACHAS, PACHAS!, era nuestro grito quizá una de las cosas bellas que me hicieron  sentir tan Franciscana fue el deporte, sin desconocer lógicamente toda la excelente preparación académica, la exigencia de las religiosas y la calidad de profesores  que por esa época teníamos.

Recuerdo mucho la mirada profunda de la madre Damascena, la incansable labor de la Hna. Lourdes, el don de gente de la Hna. Luz María, la ternura imborrable de la Hna. Candelaria, la seriedad pero con amabilidad de la Hna. María Helena y la belleza de corazón lleno de amor por la Virgen María de la Hna. Edelmira, todas estas mujeres que cumplieron con cada una de nosotras en ese compromiso que habían hecho con Dios y la sociedad al entregar su vida al servicio de las jóvenes.
Imposible no recordar la calidad humana y la idoneidad de los diferentes profesores que con su ejemplo  nos llenaron de muchas lecciones  de vida para seguir un camino lleno de esperanzas y de ilusiones para forjarnos un futuro.  Tinita impecable en la secretaría y Juanita la eterna portera, como por nombrar algunas sin olvidar a cada una de las personas que llenaban de sentimientos el amado colegio.

Todas estas cosas han hecho que muchas de las personas que pasamos por esta institución, nos llenemos de orgullo al recordar cada momento vivido.

La famosa disciplina franciscana era como un terror en las amigas de otros colegios, pero que lejos de la verdad, esta disciplina no era más que el buen método para que las cosas y todas las labores se cumplieran a cabalidad, era el momento exacto y preciso para que todas nosotras estuviéramos atentas no solo a la explicación de las matemáticas, sociales, etc, sino a la vida, alertas para cada situación por difícil que fuera.

Imposible olvidar el alimento espiritual que se nos daba con la Sagrada Eucaristía, el mes de mayo, la novena del Niño Dios, los retiros espirituales, las convivencias, el día de san Francisco y muchos momentos que fortalecían nuestra alma para que en el futuro pudiéramos enfrentar con fortaleza las dificultades de la vida.

Hay muchas cosas que nunca olvidaré porque en el colonial y antiguo edificio El Carmen forjamos valores, desarrollamos aptitudes, es difícil no recordar con cariño el amor que nos infundían por los símbolos patrios, cada 8 días izábamos la bandera con hermosos desfiles al compás de una singular marcha y con el uniforme de gala y entonces cada semana teníamos un nuevo reto para alcanzar ese pequeño logro.  Los viernes a la última hora era la famosa hora social, allí se declamaba, cantaba, hacíamos diferentes papeles en obras dramáticas, literarias, humorísticas y nos dábamos cuenta de otras capacidades que teníamos.  Los juegos interclase en los diferentes deportes especialmente baloncesto y voleibol, los concursos de ortografía, taquigrafía, la costura, la modistería, el concurso de coros, el concurso de villancicos que organizaba pilar, Doña Graciela, la famosísima tuna, y las innumerables solistas que había por esa época que con su melodía alentaban nuestro corazón.

El respeto por el ser humano, la puntualidad, el compromiso y el deseo de superación son otras huellas que hicieron del colegio nuestro segundo hogar y la feliz estadía en el, tanto así que me quede 20 años más cumpliendo mi labor como educadora con la misma fuerza de los que habían sido mis profesores.


LYDA T. GUZMÁN H.





AÑORANZAS


Aquel pasado con sabor a infancia,
rumores de bambucos y baladas,
Mañanas  con aromas de  café
Tradiciones, costumbres
¿Esfumadas?

Paisajes florecidos de esperanza
Susurros de aguas diáfanas,
Lenguaje entre montañas.
¿Donde se esconde su fragancia?

¿se extravió la esencia de los viejos?
¿ y su saber de antaño se perdió en la nada?

Inmóviles están los prados y araucarias,
Desaparecieron hamacas y torcazas
Romances con sentidas serenatas
Fogatas de sueños e ilusiones…

                               ¿Es humano rendirnos, sin siquiera dar batalla?

                                       Elizabeth Espinosa Rodriguez Pro. 1982 



MIS MÁS CALLADAS VOCES

Cuando mi corazón jubiloso se engalana
Buscando tu mirada entre la gente,
Escuchando tus susurros en el aire
perfilando tu presencia en mi memoria.
Cuando logro escuchar tus pensamientos
Encomiables dibujando amaneceres,
Presintiendo tus palabras amorosas
Que nutren encuentros y placeres.
Cuando traspaso la ventana de la ausencia
Añorando tu silueta entre la nada
Sintiendo palpitar en cada rosa
Tu pulso acelerado que me aguarda.
Cuando llegas a mis brazos…
 Acaricio  el cielo…
Siento tu aroma y me embeleso,
Se  impregna en el aire tu ternura
Reproduciendo tu amor en manantiales,
Que florecen como eternos esplendores.

 Elizabeth Espinosa Rodriguez Pro. 1982 



DESASOSIEGOS

Perdidos en su niñez desoladora
Abandonados a su  suerte…
a un destino incierto…
Espoleados a la sombra del peligro,
Sin hogar, sin ejemplo y sin consejo.

Se deshojan sus mentes creativas
Dilapidadas por falta de faena,
Aferradas a bagatelas vanas,
Siguiendo la llamada, moda urbana.

Es un presente sin pasado y sin futuro,
Generaciones perdidas en el limbo,
Presas de vicios y licencias,
Que ofrecen los actuales tiempos.

Victimas de endebles sociedades
Arrasadas por el ídolo nocivo
Que adorna con oro la fachada
Aunque el alma marchite sus verdades.

 Elizabeth Espinosa Rodriguez Pro. 1982 




HOJARASCA

EL CREPITAR de la hojarasca
Trae consigo un nuevo sonido
Entre las nubes del viento…
El eco absurdo de un rió
Tele transporta las entrañas
Al mundo de lo prohibido.

Entre armoniosas melodías
Hoy me inspiro, y dibujarte es mi mayor
delirio.

Ahogada entre el bullicio,
Salpico gota a gota
Mi destino…
Una mejilla sonrosada, y unos labios temblorosos
Aguardan el crimen pasional de tus ensueños.

Entre el sudor y la fatiga,
Dejo que el brillo ancestral
Exprima una a una las caricias,
Besos y te quieros.

Hasta saciad la sed, de nuestras almas
Al unísono con el crepitar de la hojarasca
Una vez mas...
Y así enmudecer y callar ante tu olvido.
                                                ELIZABETH PERAFAN LEDEZMA. LIZTH 2014





SOY FRANCISCANA

Por. Mireya Astudillo Promoción 1990

Mientras esperaba para subir a un avión, abrí mi teléfono, la primera imagen en las redes sociales fueron fotos y fotos de un pasado feliz para muchas, muchas niñas, que por fortuna fueron educadas en su periodo escolar en las FRANCISCANAS DE POPAYÁN.
Comencé a recordar y como nunca, visualice recuerdos, clases, juegos, pensamientos y personas; sentí tan inquieta mi cabeza que no tuve alternativa, sentí un imparable deseo de escribir.
Recordé primero el uniforme, tal vez por todas las veces que Lida T. me lo hizo arreglar. Recordé que no sé porque razón, solo haber estrenado uniforme de diario en 11 grado, debe ser porque lo vi muy grande.
Luego recordé a mis compañeras, y lo evidentes que son las diferencias entre generaciones y de eso, si que deben ser consientes los profesores, no me extraña ver tantas fotos de reencuentros y no haber encontrado una de las graduadas en 1990, que suerte nos toco… fuimos las X en la historia del colegio, pero no por anónimas, porque bien bullosas si éramos y con todas las características de esta generación, es decir, leales sin ser compincheras, competitivas, como ningunas otras, puntuales, abiertas a casi todo lo que la vida proponía, con un alto sentido del deber y un gran amor por el saber, muy estudiosas y a la vez muy, pero muy individuales.
En ese periodo, puedo decir que conocí el mundo entero, representado en el salón de clase. Y es que, aunque teníamos el mismo uniforme, en ocasiones hasta la misma letra, cada una tenía sus características y un lugar, así como cada realidad socio económica y claro por la filosofía del colegio, ninguna era relegada. Recuerdo que éramos muy sanas, doy gracias a Dios porque no fuimos tocadas por vicios ni por malos hábitos en esa etapa de nuestras vidas.
Las charlas con las profesoras y profesores, tanto en el aula, como fuera de ella, eran súper agradables y enriquecedoras los recuerdo siempre tan frescos, tan entregados y tan humanos, recuerdo que ni las madres eran tan conservadoras como, de hecho se espera que sean las religiosas. Y es que había un clima de armonía y aceptación. Puede ser que haya habido temas de los que no me entere o que pasaron después de mi momento en el colegio, pero para mí, ese fue el ejemplo y el mensaje.
Particularmente amaba muchas cosas por esos días, como por ejemplo los ensayos de teatro, las convivencias, las celebraciones navideñas, los concursos de canto, las clases de geografía de la profesora Alicia, las clases de historia de la profesora María Eugenia y las de español con la profesora Sonia. Es maravilloso como en los primeros años somos capaces de amar tantas cosas.
Me doy cuenta que a lo largo de mi vida, nunca nada me ha servido tanto como haber sido parte de las FRANCISCANAS, y es que el colegio me dio cosas que nadie más me dio, como, un lugar en el mundo de niña y adolescente, conocimientos, desarrollo en mi la sensibilidad, pues estimulo en todo momento la creatividad y la gran necesidad que siempre tuve de expresar lo que fuera, me estimulo constantemente a ser mejor y sobre todo me formo en el respeto por las ideas, el
pensamiento y la humanidad de los demás, me formaron en la fe y a creer firmemente en el lado femenino de la misma, en la compasión y en el amor por la naturaleza y la vida.
Después de nuestra muy querida Lida T, puedo decir, que no son muchas las personas que como ella, transmiten valores como la lealtad y la disciplina, con tanto amor y precisión, supongo que ella lo aprendió también del Colegio y las Madres Franciscanas. Debo decir que no basta con aprender de alguien, pues se necesita mucho amor para poder ser maestro de otros.
Y puedo seguir hablando de tantos y tantos recuerdos, pero por ahora solo quiero desear a las ex alumnas franciscanas un feliz encuentro y dar a mis compañeras, profesoras, profesores y madres, las gracias por todo, decirles que están tan presentes que son casi imperceptibles, como el torrente sanguíneo o los latidos del corazón. Y solo eventos como este, que me puso a recordar, me hizo consciente de lo FRANCISCANA QUE SOY.